lunes, 4 de febrero de 2013

Ese osito de peluche.

Empiezas durmiendo con tu peluche favorito. Ese osito que de niña te volvia loca. Si no tienes ese oso, no duermes. Tierna infancia. Conforme vas creciendo te das cuenta de que ese oso ya no es necesario, solo te estorba para dormir, te quita sitio para moverte en la cama y dar mil vueltas. Asi que, lo apartas. Lo dejas encima de la cama un tiempo hasta que ya deja de importarte tanto que lo pierdes. Y tus necesidades cambian. Cuando dejas de querer ese peluche empiezas a reclamar otras cosas. Reclamas una tarde agotadora con tus amigos, ese primer amor... Reclamas cualquier tonteria para acostarte sabiendo que ha sido un gran dia o que ese dia se quedara en un mal recuerdo, no pasa nada. Pero pasa el tiempo y vuelves a ver a ese osito con el que de pequeña dormias. No te hacia falta absolutamente nada mas que ese oso de peluche. Podias haber tenido un dia horrible que tu amigo el osito de peluche lo arreglaba todo con un abrazo que tu le dieses. Y te das cuenta de que no han cambiado tanto las cosas. Ya no es un oso, ahora es una persona, de carne y hueso, la que es capaz de con un simple abrazo o un te quiero es capaz de hacer que tu mundo vaya perfecto. Al fin y al cabo, nos damos cuenta que solo somos unos pequeños adultos fingiendo ser fuertes en un mundo lleno de golpes.

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