martes, 11 de agosto de 2015

Podría acostumbrarme.

Podría acostumbrarme a esto. A este amor sin prisa, a este amor cálido, sin peleas y con miles de caricias.
Podría acostumbrarme a tus besos en el cuello, a esos mordiscos entre risas y a tus 'no sé dónde has estado todo este tiempo'.
Podría acostumbrarme a tu cariño incondicional, a esas risas en conversaciones absurdas, a esos momentos de manta, película y guerra de palomitas frías mientras me dices que pare, que luego habrá que limpiar la casa.
Podría acostumbrarme a esos pijamas tuyos de abuelo en invierno y de piel en verano, a verte andar descalzo quejándote de lo frío que está el suelo.
Podría acostumbrarme a tu manera de correr por el pasillo y lanzarte al sofá, mirarme y sonreír.
Joder, desde luego que podría acostumbrarme a verte sonreír. De hecho, a esto último, ya me he acostumbrado.
Podría acostumbrarme a tu cara de resaca los domingos, a tu pelo totalmente despeinado por la mañana y a tu forma de soplar el café. Creo que no he visto a nadie más sexy soplando el café.
Podría acostumbrarme a tus excusas para pasar tiempo juntos, a tus besos sin motivo, a tu constante necesidad de tocarme como si necesitases saber que estoy aquí. Tranquilo, no pienso alejarme de ti.
Podría acostumbrarme a tu forma de bajarte los pantalones, a verte con mil capas en invierno y a tus juegos de críos, a esas noches en vela por hablar hasta saber todo de nosotros y a tus ojos buscando cualquier rastro de miedo en los míos. Tus ojos se ven realmente bonitos mirándome con preocupación.

Podría acostumbrarme a todo esto pero en el amor la costumbre no es una opción. O quieres o no.

sábado, 4 de julio de 2015

Yo, solo... te echo de menos.

No te imaginas cuántas veces me sentí insuficiente para ti, cuántas veces me pregunté por qué estabas en mi vida, qué era lo que había hecho para merecerme algo tan, tan bueno.
No te imaginas la de momentos que pasé encerrada en mi cuarto pensando en cómo hacer para que no te fueras de mi vida. Es curioso porque cuando te tenía conmigo me sentía como que siempre merecías a alguien mejor, aunque tú dijeses que no. Llegué a joderla, a hacerte ver una parte de mí que no era, a portarme como una auténtica capuya porque, de verdad, sentía que no te merecías a alguien tan mediocre y despreciable, tan insegura y miedica como yo.
Recuerdo que lloré, lloré mucho. Lloré tu ausencia y que yo fuese la única culpable de ella. Lloré no ser suficiente para alguien como tú, no ser suficiente para hacer a alguien tan increíble feliz. Lloré mi falta de fuerza de voluntad para cambiar, para ser mejor por ti y para ti. Lloré el no tener a nadie conmigo que, como tú hacías a diario, me dijese que valía la pena, que era demasiado perfecta y que cualquier cuerdo se volvería loco por mí.

Nadie más ha vuelto a confiar en mí. Nadie ha vuelto a decirme que mi sonrisa cambiaría el mundo, nadie ha vuelto a decirme que mis ojos le gritaban mil cosas y le encantaba dedicar sus días a descifrarlos, nadie ha vuelto a hablar de los labios tan besables que tengo. Y, es que, aunque no te creyese, me encantaba que alguien tan especial como tú hablase de alguien como yo y más si era para decir lo que nadie decía. Sí, eso era, lo que nadie decía ni ha vuelto a decir.

En fin, que lo siento. Que siento no haber sido suficiente para merecerte y haber podido ser felices. Yo, solo... te echo de menos.

viernes, 3 de julio de 2015

Pienso mucho en ti.

Me apetecía volver aquí a escupir un poco de mi veneno.
Últimamente pienso mucho en ti, ¿sabes? Pienso en todo lo que llegamos a hablar, poco a poco, hurgando sin prisas en nosotros mismos. No he dejado de pensar en las veces que me decías que no era nada, que podríamos superar eso juntos. Al final, simplemente, no pudimos ni cruzar una línea juntos y, joder, qué triste que todo tuviese que acabar.
Al final nos hicimos polvo, nos hicimos mierda, nos hicimos de todo menos sanarnos. No te valió la pena recomponer este corazón hecho en mil pedazos, no te compensaba rehacerlo.
Aún me siento en ese parque en el que te vi sonreír con tus amigos. No te imaginas la vida que me daba esa sonrisa tuya de todo va genial. Sigo aquí, en ese maldito parque que me enseñó a querer unos ojos como los tuyos, esperando a que aparezcas girando esa esquina y que me digas que no me destroce con estos cigarrillos que me quitan segundos de días que no pasaremos juntos. Ya no volverás a preocuparte por si tengo segundos de más o de menos.
Aún escucho las canciones que me recomendaste en aquellos momentos esperando cualquier mensaje subliminal que me indique que vayas a volver.
Aquí sigo, escribiendo como me dijiste que no dejara de hacer, a las cuatro y media de la mañana de un día cualquiera de verano. ¿Sabes? He hecho más historias y eso que lo dejé abandonado cuando te fuiste porque mi lector favorito ya no quería leerme. También he hecho una especie de desahogo como si hablase contigo o como si fueses a leerme como antes. Solo... te echo de menos.
Quizás, ya sabes, esto es el destino caprichoso del que hablábamos muchos sábados por la noche. El destino tenía que traerme a alguien como tú, alguien que me hiciese creer un poco más en mi misma e hiciese que viese las cosas de otra manera, el amor de otra manera. Supongo que por eso me siento agradecida, me has hecho ver las cosas de una manera completamente distinta y, joder, no sabes cuánto te agradezco eso nuestro que tuvimos, esos momentos, esas charlas, esas sonrisas cómplices por los pasillos del instituto. Aun sin estar a mi lado, estabas.

Ojalá no hubieras tenido que irte nunca.

Alguien que te echa terriblemente de menos.

sábado, 30 de mayo de 2015

Aun te recuerdo.

Aun te recuerdo, ¿sabes? Joder si lo hago.
Parece que en los malos momentos tu recuerdo se hace más intenso. Supongo que será porque entonces era cuando más estabas. Recuerdo nuestras noches en vela, nuestros silencios a gritos, nuestras miradas. Recuerdo cuando te decía que gracias por quedarte ahí hasta que me durmiese en mis malas noches y tú me decías que querías asegurarte de que estaba bien. Dios, eso es lo que me hizo tan adicta a ti, siempre me hiciste creer que te importaba lo suficiente como para no irte. No te imaginas lo que hubiese dado porque no te fueras nunca.
¿Recuerdas tú todas esas veces que te decía que te fueses por ahí y me decías que no te irías nunca? ¿Dónde está ese nunca?
No sabes lo mucho que echo de menos tu: "hola, preciosa", que hacía que hasta me lo creyese, de cada noche o el: "¿ya en casa?" para asegurarte de que todo iba bien al volver de clase. Cuando me preguntabas que era lo que me hacía tanto daño... ¿Sabes? Ya nadie me lo ha vuelto a preguntar ni mucho menos se han quedado esperando hasta que respondiese.
Echo de menos hasta esas preguntas estúpidas que me decías cuando querías que yo desconectase. Cogías y me decías: ¿en qué pensaba el que empezó a estudiar las matemáticas, el que empezó a crearlas? Y, simplemente, nos poníamos a divagar y a decir idioteces y, aunque fuesen eso, idioteces, nos hacían evadirnos de todo, del resto del mundo, y empezar a sonreír como tontos.
Si tuviese que elegir que alguien volviese, serías tú, porque no me fallaste ni cuando te ibas, aunque te fuiste.

Te echo de menos.

jueves, 9 de abril de 2015

Jamás te darías cuenta.

"-¿Recuerdas el día en que nos conocimos?
-Como si fuese ayer.
-Lo primero que pensé de ti fue: qué rota parece."
Rota. Rota. Si sonriendo y soltando tonterías te parecía que estaba rota, no te desearía una noche en mi habitación, con poca luz y mucha música.
"-Menos mal que las cosas han cambiado -siguió."
, han cambiado. A peor. Cada día me conoces menos. A penas te molestas en preguntarme cómo estoy y, lo que creo que es peor, a penas te importa cómo estoy.
"-Sí, menos mal -solté, como cada mentira que quería creerse.
-Pero, ya no sales tanto como antes, eso no me gusta. Hazme un hueco en tus findes, ¿no?"
Vamos, mis findes ya no te gustarían. He cambiado esas noches de alcohol y música en altas concentraciones por una buena película y una caja de pañuelos pero claro, jamás te darías cuenta.
"-Bueno, ya no salgo como antes -contesté.
-Pues a ver si lo haces, que se te echa de menos en los quintos."
Y a mi me encantaría poder echarte de menos como buen amigo al que llamar cuando todo falla, cuando todos fallan, pero no puedo echar de menos algo que jamás fue.
"-Espero verte pronto -dijo convencido en que todo volviese a ser como antes.
-Claro, avisadme para la próxima. Espero que sigas tan feliz siempre."
Finalicé como si realmente creyese que le importaba lo suficiente como para querer que saliese de esta. Pero, ¿qué digo? Ni siquiera sabía que yo estaba metida en ninguna mierda. Solo esperaba que volviese esa chica que conoció. La alegre, loca, dispuesta, preocupada y, sobretodo, decidida a hacerle feliz, aunque por dentro estuviese hundida.

martes, 20 de enero de 2015

Tu hogar.

Y, de repente, la vida te la juega.
Respira hondo, hazlo una y mil veces. Lo necesitarás, creeme. A penas sabes qué hacer, cómo hacerlo y mucho menos sabes el por qué pero rápidamente tienes que decidir como seguir tu vida. Eres tan joven que ni te habías planteado qué desayunar esa misma mañana, simplemente te dejabas llevar.
Anda mira, cereales. Pues un buen bol toca hoy.
Pero esta decisión podía cambiar tu vida. De hecho, lo haría.
Coge aire y piensa. Piensa bien. Manten la calma cuando lo único que quieres es llorar y salir corriendo de este puto infierno. Sé frío e inteligente, lo suficiente para no cagarla porque ahora no hay plan B, es o todo o nada y, por si fuera poco, también decides por alguien más.
Tu vida ha sido música, noche, alcohol, ligues... Y solo tú decides si quieres seguir así pero corre, no hay tiempo.
De verdad te crees capaz para cambiar?
Distante. Frío. Hielo. Decide. DECIDE.

Y lo haces, apuestas por los demás sin importarte tú mismo porque crees que ellos valen más que tu egoísmo. Y crees bien. Pero te olvidas. Te olvidas de ti, de ser feliz, de cuidarte y de llorar todo lo que no has podido llorar.
Y cuando tienes todo bien atado vuelves. Intentas recuperar la vida que dejaste a un lado por luchar por la vida de otros y te ves fuera de lugar. Fuera de lugar en tu vida. Pero siempre hay alguien que te mira, te sonríe y te dice entre risas un: Por fin estás de vuelta. Joder, que bien sienta. Y entonces ves que tu vida no esta en Madrid o Barcelona, simplemente, esta en esos ojos que te han echado de menos, en esos brazos que tanto ansiaban poder estrujarte y esa persona que, aunque haya pasado mucho tiempo, aún te quiera tanto como el primer día.

@_Bienvenido a tu hogar.

miércoles, 7 de enero de 2015

De prisas y sonrisas.

Hoy es el mejor día para echar la vista atrás y ver todo lo que te he querido, y te quiero. Aunque todos los días son buenos para pensar en ti.
Es el mejor día para pensar en como te apoyaba cada vez que me hablabas de otra, cada vez que sonriendo me decías el nombre de una mujer, que no era yo, y continuabas con un :"es que es tan genial saber que alguien te hace así de feliz...". Pero no sabes que yo ya conocía lo bonito que era antes de todas ellas. Lo bonito que era que tú me hicieses feliz. Sin motivos ni ganas de buscarlos porque todo era así de sencillo contigo.
Y qué bonito era oírte hablar de mí. Quizás eso era lo que más me gustaba. Adoraba oírte decir eso de: "Joder, es que eres tan grande" aunque nunca acabases con ese 'y tan grande como mi amor por ti', porque eso esperaba oír, siempre. Siempre.
Pero, sin duda, lo mejor de nosotros eran tus inseguridades. Entonces aparecía yo, dispuesta a hacerte sonreír, y te describía tal y como te veía, con miedo siempre a que descubrieses más de lo que yo decía, añadiendo un chascarrillo final 'eh, feo'.
Y así acabamos: tú sonriendo, yo mirando tu sonrisa.
Y así estuvimos: tú feliz, yo perdida.

#_Hay veces que el amor se mide en los 'no soy suficiente', en querer, por todos los medios, tener a esa persona. Pero duele, como el frío invierno.