No te imaginas la de momentos que pasé encerrada en mi cuarto pensando en cómo hacer para que no te fueras de mi vida. Es curioso porque cuando te tenía conmigo me sentía como que siempre merecías a alguien mejor, aunque tú dijeses que no. Llegué a joderla, a hacerte ver una parte de mí que no era, a portarme como una auténtica capuya porque, de verdad, sentía que no te merecías a alguien tan mediocre y despreciable, tan insegura y miedica como yo.
Recuerdo que lloré, lloré mucho. Lloré tu ausencia y que yo fuese la única culpable de ella. Lloré no ser suficiente para alguien como tú, no ser suficiente para hacer a alguien tan increíble feliz. Lloré mi falta de fuerza de voluntad para cambiar, para ser mejor por ti y para ti. Lloré el no tener a nadie conmigo que, como tú hacías a diario, me dijese que valía la pena, que era demasiado perfecta y que cualquier cuerdo se volvería loco por mí.
Nadie más ha vuelto a confiar en mí. Nadie ha vuelto a decirme que mi sonrisa cambiaría el mundo, nadie ha vuelto a decirme que mis ojos le gritaban mil cosas y le encantaba dedicar sus días a descifrarlos, nadie ha vuelto a hablar de los labios tan besables que tengo. Y, es que, aunque no te creyese, me encantaba que alguien tan especial como tú hablase de alguien como yo y más si era para decir lo que nadie decía. Sí, eso era, lo que nadie decía ni ha vuelto a decir.
En fin, que lo siento. Que siento no haber sido suficiente para merecerte y haber podido ser felices. Yo, solo... te echo de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario