sábado, 3 de mayo de 2014

Lágrimas.

Supongo que ahora cualquier motivo era suficiente para llorar, por pequeño o absurdo que fuese, porque solo sería la guinda del pastel, esa punta del iceberg. Y, ¿qué podía hacer si desde hace tiempo me sentía así sin remedio, sin posibilidad de cambio, si lo que no funcionaba en mi vida no dependía de mí? Nada, y eso me destrozaba más aun.


La de veces que le habré dado vueltas a los 'por qué's. ¿Por qué me está pasando esto a mí? Sobretodo era ese 'por qué'. Me he culpado por ello tanto que hasta me he hecho daño a mi misma y, finalmente, estaba destrozada.


Al salir a la calle aun ponía la sonrisita falta y hacía como si todo fuese bien... ¡vamos! No va bien. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Hundirme por ellos? Nah, yo no he hecho nada. Pero el no hacer nada no evita que me afecte tanto una pérdida como esta, tan grande. No evita que les eche de menos, que me falten. Que ellos hayan querido irse por voluntad propia no evita que me sienta ciertamente vacía sin ellos.


Y, por supuesto, me afecta. Me recuerda otros momentos de mi vida, otras personas que se fueron sin ser echadas, por voluntad propia. Me hace pensar que quizá si que tenga yo la culpa de que se marchen, de que no sean los primeros ni los últimos que decidan irse por su propio pie a quedarse a mi lado, que quizás no valgo lo suficiente como para querer quedarse aquí, conmigo.



Y, bueno, acabo con sofocones por un tropiezo o por un 'tranquila, que no pasa nada, se arreglará' que sé que no va a suceder.